En
1978 dejé la investigación en el campo de la física para pasar a
hacerlo en la industria. Casi desde el principio quedé sorprendido por
el uso de las eficiencias y el coste de producto como medidas de
actuación. Parecía como si la industria estuviera utilizando medidas
que trabajaban en contra de la meta establecida para la propia
industria: ganar dinero.
Según avanzaban el tiempo y mis investigaciones, mi frustración fue en
aumento a causa de las ruinosas ramificaciones provocadas por la forma
en que los directivos utilizaban (y aún utilizan) la contabilidad de
costes. Finalmente, acabando 1983, decidí, contra todo consejo, atacar
la cuestión en mis apariciones públicas. Titulé mi presentación
"Contabilidad de costes, enemigo público número Uno de la
productividad". Para mi sorpresa, fue increíblemente bien recibida por
los profesionales de la contabilidad, hasta el punto de ser invitado
como conferencista principal en la conferencia anual de 1985 de la
National Association of Accountants (actualmente, Institute of
Management Accountants). Lo que había ocurrido era que los
profesionales de la contabilidad conocían, y estaban de acuerdo, con la
mayoría de las cuestiones que yo había planteado. Incluso tenían
constancia de la mayoría de las soluciones por mí sugeridas.
Aquello me intrigó aún más. Si la profesión contable conoce y está de
acuerdo con mis críticas y soluciones propuestas, ¿cómo es posible que
la contabilidad de costes esté tan integrada en la industria? ¿Cómo
puede ser que los textos de contabilidad no la condenen
claramente?
Hasta hoy no he logrado hallar respuestas satisfactorias, pero éstas
son algunas especulaciones:
-
Tal
vez la nomenclatura no esté clara -la palabra "coste" se utiliza para
todo-: para designar una inversión (el coste de una máquina); para
designar gastos operativos (el coste de funcionamiento de un
departamento); para disfrazar gastos como inversiones (coste de
absorción). Incluso se utiliza para cuestiones relativas a los ingresos
netos que no tienen nada que ver con el coste (coste de oportunidad).
Combinemos todos estos confusos términos con el coste variable (que
para la mayoría de las empresas es bastante constante durante años),
los costes fijos (que cambian mucho más durante los mismos años) y,
sobre todo, con el concepto más desconcertante, el coste del producto,
y verá cómo las más modestas advertencias respecto a hacer una cosa y
no otra sólo pueden ser comprendidas por expertos.
-
Es
posible que incluso las personas que comprenden por qué la forma actual
de asignar los costes a los productos lleva a decisiones erróneas se
encuentren atrapadas por el mito general de la necesidad del coste del
producto. De no ser así, no me resulta posible comprender cómo una
"solución" tal como la fijación de costes basados en actividades
(Activity Based Costing, ABC) ha podido ser propuesta para curar la
enfermedad de los actuales sistemas contables.
-
O
tal vez la diferencia conceptual entre pensar en costes y pensar en
ingresos netos no se ha comprendido. Pensar en costes permite (algunas
veces incluso induce) a un directivo a pensar de forma local -un centro
de trabajo individual, un producto en concreto-. Pensar en ingresos
netos lleva al directivo a pensar globalmente.
Realmente no lo sé.
De lo que sí estoy seguro es de que estudios como el presente ayudarán
a dirigir esta materia de regreso al sentido común. La actual
monografía está bien pensada, es lógica y objetiva y presenta sus datos
y conclusiones en un estilo interesante y bien estructurado. Desearía
que todas las monografías futuras estuvieran al nivel de la
presente.
En nuestro siguiente seminario “Contabilidad Gerencial a la Manera TOC”
conocerán los problemas al tomar decisiones basadas en la contabilidad
de costos tradicional y la Solución para contar con un sistema de
Información Gerencial Simple y Efectivo que les permita la toma de
decisiones orientadas a mejorar el desempeño global de la empresa.